Un año después de mi primera visita, regresé al Restaurante Montia en un día precioso de otoño allá por el mes de Noviembre, y esta vez, acompañada
por amigas.
Los recuerdos de Montia seguían intactos en
mi memoria, la sensación de ir al lugar donde me había sentido tan bien se vio confirmada
al cruzar la puerta y sentirme como en casa.
La chimenea encendida te recibe con un abrazo, la misma pulcritud, la
sensación de estar como en tu propio salón.
Sentadas ya,
Jorge nos explicó el principio de todo, la extraordinaria mantequilla
de La Colmenareña, el agua de la fuente
recogida por ellos, el pan Kamut y la cerveza artesana.
Sin tiempo para más, los aperitivos se presentan en mesa, una croqueta de
senderillas destaca y anuncia la aventura de otro gran
menú esta vez el llamado XL. Es el preludio de una evolución que apabulla.
Escabeche de níscalos con paté de pularda y la gelatina salada con caldo de algas y soja acompaña a la anguila
ahumada y apio que explota en boca.
Malvasía italiano, elMio! del 2011
acompañan a la ostra escabechada en su propio jugo, cartueso, zanahora
encurtida y manzana ácida hacen el resto. Delicado junto al tartar de tomate de
la zona.
Sorprende los interludios entre platos, un
apropiado nombre para tan magnífico concierto.
Crema de ajo blanco, sardina ahumada, cebolleta
y huevas de trucha es el primero nos encanta. Isabel está sorprendida y feliz, como el resto.
La comida transcurre entre risas, comentarios,
y sorpresas. Un estado de alegría y
bienestar nos recorre. Me alegra
constatar que Isabel, Idoya , Belén y Margalida están, sencillamente, disfrutando
tanto como yo.
Cambiamos de vino y Paula, nuestra somellier, sorprende con un coupage de 7 meses en barrica de La Orotava para el
siguiente plato. Ensalada templada de caracoles, brandada de bacalao, cangrejos de río, acelga roja con
vinagreta de ajo. Simplemente espectacular.
Segundo interludio y solo de violín. El guiso de setas y lentejas
con Boletus Pinícola, coliflor, brécol y coronada por montia, toda un
declaración de intenciones.
Plato deslumbrante donde los haya es el
Gazpachuelo castellano con la Torta de Galiano, setas, crema de patatas, salvia
y caldo de Caza. Una puesta en escena del plato delicada y espectacular que nos
deja sin palabras. Un número de malabarista que acompaña uno de los vinos mejor
elegidos, una Garnacha del 2013 (Ambiz) con fermentación en tinaja de barro que
simplemente enamora a todos los comensales.
Sin tregua para reponernos, la hamburguesa de
ciervo ahumado en chimenea con crema de
boniato y boletus destaca por su
elegancia y refinamiento.
Me
asombra la delicadeza de la carne de
caza repleta de sabor y sutileza para
pasar al tercer interludio.
Último plato del menú largo, compuesto por muslito y pechuga de paloma torcaz con un guiso de champiñón e
hinojo. Explosión de sabores y
reconozco, sin vergüenza, que acabamos “chupando” el hueso de la misma. Mejor homenaje no podíamos darle a tal festín.
Belén y yo nos animamos al menú XL que acaba
con unos callos a la madrileña. A todo el equipo del restaurante le encantan,
cada día es un cocinero distinto quien los hace.
No pudimos sacarle a Luis quien era el
artífice de este plato, una verdadera ofrenda a este guiso tan típico de la
comunidad de Madrid. Suaves y con una
textura única, fueron catados y admirados por toda la mesa.
En la tabla de quesos artesanos destaca y,
con creces, Luna Nueva de Elvira García (El Barraco), Miraflores y el azul de Suerte Ampanera.
Un helado de boletus animó a nuestra amiga
Isabel que no le agrada mucho los quesos. Espléndido.
La hora de los postres es un festival de creatividad,
destacando la alegría de la Feria, un helado de manzana, cacahuetes
garrapiñados y una nube con polvo de
apio simulando los algodones toda la vida.
La hora del café y los licores caseros es el momento para asentar emociones, instantes para comentar sensaciones,
deleitarnos entre risas y confidencias.
Cinco horas después nos levantamos de la mesa
con la convicción de haber disfrutado de uno de los mejores menús de Madrid. Un
festín al más estilo Babette en la Sierra que desprende buen hacer y profesionalidad por todos los rincones del restaurante.
Nota: Me gustaría comentar una anécdota de la
mesa de al lado, seis personas de
Asturias incluyendo una niña (Marta) de 8 años. Me sorprendió que los padres la
llevaran a este tipo de restaurante.
Luís le preparó un plato de pasta. No sólo se
comió eso, probó prácticamente todo el menú de los adultos y acabó comiendo el
plato de callos con una educación exquisita.
Al salir pude hablar con sus padres para felicitarles por el comportamiento de su
hija, y a ella por los callos. Le gustaron mucho, aunque se quedaba con los de
su abuela. Toucheé.
Con estos jóvenes comensales, el futuro de la gastronomía está asegurado.
Restaurante Montia
C/ Calvario 4, San Lorenzo de El Escorial, España.
Teléfono de reservas: 91 133 69 88